El año 2017, que poco a poco va acercándose a su final, ha resultado ser bastante más turbulento de lo que, a priori, hubiera podido suponerse.

Los bancos llegan a este momento habiendo realizado nuevas adquisiciones de entidades españolas y extranjeras (o de negocios en el extranjero) o completado procesos de integración acometidos con anterioridad.

Del mismo modo, el entorno sigue siendo de una exigencia máxima con la combinación de varios elementos. En primer lugar, los bajos tipos de interés, que siguen estrechando márgenes y presionando la rentabilidad de las entidades. Además, se produce una competencia feroz por los clientes, los negocios y las operaciones más rentables. En tercer lugar, destacaría el aumento de la presencia de nuevos jugadores (fintech y otros), que se asoman al mundo de los servicios financieros sin la carga que representan para los bancos su regulación y su legado. Además, están coincidiendo en el tiempo numerosos procesos de implementación de nuevas reglas, (entre las que destacan IFRS 9, MIFID II, PSD2 o RGPD) que tienen como nota común su elevado impacto en sistemas y procesos, junto con su afectación sobre relevantes líneas de negocio de las entidades y sobre su cuenta de resultados. Además, estas normas tienen una notable interrelación entre sí, influyendo en cuestiones tan estratégicas como el modo en el que los bancos van a almacenar, gestionar y, en última instancia, rentabilizar los datos de que disponen. Finalmente, habría que mencionar la necesidad de acometer cuantiosas inversiones para afrontar con éxito el doble reto de la transformación digital y de la mejora de la experiencia de los clientes, así como las incertidumbres derivadas de acontecimientos políticos y, muy en particular, de todo lo relacionado con la situación vivida en Cataluña, en camino de normalización.

Frente a esta situación, que sigue siendo compleja, los bancos continúan su camino de saneamiento y reestructuración: mejorando poco a poco su rentabilidad, fortaleciendo su capitalización, aumentando la calidad de su base de capital, avanzando tecnológicamente día a día y realizando acciones tanto individuales como sectoriales que les permiten posicionarse mejor ante la competencia de los nuevos jugadores. Entre todo esto, la actividad que se ha producido a lo largo del año en el área de pagos ha sido particularmente interesante.

Por otro lado, las entidades han desarrollado una actividad relevante en los mercados de capital, bien a través de ampliaciones de capital o de emisiones de los nuevos instrumentos requeridos por la regulación sobre resolución bancaria, a la espera de la determinación de los requerimientos individuales de MREL.

En esta misma línea de fortalecimiento del sector financiero español, cabría también referirse a la intensa actividad de desinversión de carteras y activos improductivos (los famosos “NPLs”), con operaciones muy relevantes en este año que han mejorado significativamente la solidez del balance de las entidades.

El Banco Central Europeo, acompañado por el Banco de España, continúa su trabajo supervisor, dedicando su atención a temas cada vez más variados, pero en los que el análisis del modelo de negocio y la rentabilidad de las entidades, la ciberseguridad o la presencia de NPLs en sus balances asumen cada vez un mayor protagonismo frente a cuestiones más tradicionales.

Por otra parte, y a la espera de la tramitación parlamentaria de la nueva ley sobre crédito inmobiliario, el año 2017 ha venido caracterizado, una vez más, por una intensa litigiosidad en torno a diversos productos bancarios y, muy particularmente, a propósito de varias cláusulas hipotecarias, un tema frente al que la situación y estrategia de los bancos ha sido muy dispar.

En el año 2017 hemos estrenado los nuevos mecanismos e instrumentos de la resolución bancaria. Este proceso ha dejado un rastro de litigiosidad que tardará en aclararse, a pesar de que tuvo éxito desde el estricto punto de vista de los fines de la resolución, al garantizar, en un plazo realmente breve, que la crisis de una entidad no produjera efectos sobre sus depositantes, ni sobre el conjunto del sector financiero español. También son relevantes en este ámbito las propuestas de toda índole que han surgido para completar el marco regulatorio de la resolución bancaria y, en particular, la capacidad de respuesta de las entidades frente a una crisis severa de liquidez.

El mapa bancario, por otra parte, se va aproximando a su configuración definitiva, por lo que, a la espera de la soñada (aunque no tan esperada, en las actuales circunstancias) consolidación europea, deja ya adivinar el paisaje resultante de la intensa transformación del sector.

El año 2017 va dejando, en resumen, un sector financiero más sólido y rentable, que mira ya al inicio de la normalización de la política monetaria del BCE con lo que ello implicará para su cuenta de resultados. La crisis va quedando definitivamente atrás.

 

 

Fuente: Expansión. Publicado el 29 de noviembre de 2017